POESÍAS DE LA HOJA VERDE: PAUL ROBESSON
Sólo una vez habíamos escuchado a Paul Robesson.
Sólo una vez.
Antes de eso
antes de escucharle
teníamos a Harry James
“El paso del Tigre”
“La calle Doce”
“De buen Humor”
“El hombre del Sur”
“Sentimental…”
Pero una tarde escuchamos a Paul Robesson y todo cambió.
El Missisipi traía mas agua ese invierno
más agua y barcazas llenas de algodón.
También por primera vez
subimos al río de la sangre,
navegamos en su negra voz
y en las duras pacas de algodón.
El Missisipi traía ese invierno toda el agua del mundo.
El ancho Missisipi con sus barcazas…
Entonces no sabíamos de la voz prisionera de Paul Robesson
Prisionera en la gran Norteamérica
El tampoco sabía que en mi patria
teníamos el primer campo de concentración.
Pero al escucharlo no sólo veíamos el Missisipi
Nueva Orleáns
los muelles.
Sentíamos que cantaba por toda América
aunque en ese tiempo sólo en mi país había un campo de
concentración.
Sólo en mi país.
Y en el mundo muy pocos lo sabían.
Acababa de terminar la guerra
y vivíamos en la tierra más austral del mundo.
Pero pensábamos que él lo sabía
y cantaba por ese pequeño mundo alambrado junto al mar.
Eran las arenas negras de Pisagua.
Nosotros sabíamos de Doc Savage y sus amigos.
De Al
de Dillinger
y de nuestra bandera que la habían hecho arriar en Baltimore
y del oficial que se pegó un tiro envuelto en ella
y del otro
y del otro.
Lo que no sabíamos que era el cobre
lo vendíamos a mitad de su valor.
Tiramos a Doc Savage y sus amigos y leímos “Las uvas de la ira”
a Dos Pasos, Fast
al viejo Hemingway
a Sinclair.
Esas uvas eran también de esperanzas
aunque una gran ira iba naciéndonos.
Todo esto ocurría en el bar de don Clotario Hidalgo
donde habíamos escuchado por primera vez a Paul Robesson.
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