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pedrofuentesriquelme

Poesía: El Muro de Caín


POESÍAS INÉDITAS: EL MURO CAÍN



El quisiera este muro
“in iron steel”, “iron-carbono-cromo-níquel”,
un muro del mejor acero
naciendo desde las mismas y profundas aguas
del Pacífico
con su gran estatua
y en su derecha y levantada
la quijada de buey
mirando al sur,
potente como las columnas de la diosa Hazor
de “Ant”, Dendera, Tantaret, Tentura;
entre San Diego y Tijuana
un poco debajo de Tijuana…
lo más posible… al sur…
hasta el maravilloso cabo
San Lucas.
Siempre ha tenido debilidad
por la Baja
y estrecha California
con su sol de oro en el Vizcaíno
y sus metales sotto terra;
cargada de uranio y otros interminables minerales
como las grandes ballenas
pariendo en la bahía
Ojo de Liebre
en Guerrero Negro;
y sus tierras vírgenes
con sus bosques de cactus
de cirios y órganos callados
tejiendo sus secretos de milenios;
con sus otros cabos,
desconocidos y misteriosos;
con su Golfo
de Cortés… y tan abandonada…
of course…;
y tan alto este muro
y tan ancho como la mejor autopista
o que el mismo Missisipi
en el invierno más crudo y cargado de lluvias
y formar “TransPacific-Gulf” – Tampico
y hasta New Orleáns
hasta el desplegado y negro río con sus barcazas;
un muro con sus verdes amplias
arboladas,
con su césped verde siempre cortado al ras
y sus lugares para jardín
de flor y tallo artificial
pero
más anchos, largos y altos que los de Babilonia
y unos domos de placas impenetrables como las de Quetzalcoatl
superpuestas
móviles, cada una arma mortal
y a toda prueba
para la Police Patrol y suficiente espacio
para el arsenal nuclear
y suficiente arsenal
para contener a los quinientos millones
de habitantes del sur
sin mover gatillos
sólo coordinado con los mil ojos espías en el cielo
¡oh, wonderfull!
un muro autopista
con jardines centrales que se abren y cierran para dar paso a los jets
invisibles
al radar;
un muro de cien niveles
con sus pequeñas ciudades,
con sus blancas casas de pevecé oliendo a cloruro de vinilo
y a rosas en las noches
y en los días sus puertas y ventanas cargadas de geranios
de cuerpo y color indestructibles por la radiación ultravioleta
y flores del desierto:
la viznaga con el rubí dulce de sus sabia y lenta semilla
y los cactus solemnes del Mezquital
cargados de siglos
y pulpa multicolor en los frutos. Así
desde lo alto
hasta se confundirá Dios
pensará: (él piensa que él pensara)
“mi pequeño Caín no solo brinca y se retuerce por mi
los sábados
en su iglesia luterana
frente a su frenético Pastor”

Así, Caín, trabaja duro y de noche
en Su Muro
girando tercamente tras el sol
inalcanzable
¡inalcanzable por culpa de Newton
y su estúpida idea de la gravedad de las masas!
Las masas son fáciles
tan fáciles de controlar
me basta un televisor de pantalla gigante
y el deformador de noticias
con su gran sonrisa al vacío,
pulido,
de corbata y bien peinado
por el peluquero más caro
del momento
o
como con este muro, por ejemplo,
suficiente para quinientos millones de sureños.
Los sureños siempre pierden (hasta en la Guerra de Secesión)
o algo o alguien de ellos mismos los pierden:
no resisten treinta dinares o treinta dólares
bajo la nariz.
Confunden el arroz con la melancolía
y el poder absoluto de la tortilla de maíz,
la filosofía con la hamaca
y el bienestar de la familia
Y de este confundir muy pocos escapan;
algunos escapan desde allí
of course
pero no a mis billetes verdes asépticos
ecológicos

a los recién lavados y rigurosamente planchados
según la norma aeseteeme o din o isso nueve mil dos.
Ahora ellos
con la Biblia verdadera
y en el alma
el american way of life
cuidan celosamente mi jardín
las cañerías de desagüe
las alcantarillas
y uno que otro matraz
en cualquier rincón
de cualquier laboratorio segundón
nunca en mis laboratorios de armas químicas
y bacteriológicas
de acción lenta
o retardada;
por este muro de ocho pistas y cien niveles
¡pobre Línea Magginot!
¡pobre muro de Babilonia!
¡pobre GRAN MURALLA CHINA!
(aunque reconozco que la idea me la dio
Chin Shih Huan Ti)

El muro de Babilonia
La muralla China
y la línea Magginot
fueron
conceptualmente imperfectas,
por su carga feroz al erario;
mi muro es autosustentable
¡y espero que la historia no se olvide de mi nombre!
Los primeros kilómetros
Pacífico-Tijuana
hasta el Bravo, ese tramo, es “Abelito” (suena bien aún con mi acento yankitejón)
Frente a Chihuahua es “Pancho Villa”
¡para que ningún periodista independiente me llame rencoroso!
¡o este nombre lo relacione con El Alamo!
¡aquello ya es historia!
¡historia antigua!
¡tan antigua como la propiedad privada piel roja hasta nuestra llegada
de salvación!
¿propiedad privada sus praderas sin cotas, ni carreteras ni señales
ni escritura ante Notario,
y sus pueblos de teppees
de cuero
de búfalo
olientes?

Hacia el noreste
aún no encuentro un nombre
a mi muro,
además
nunca fui un genio en historia
pero sí
de algo estoy seguro
¡jamás se llamara Zapata!
¡ni Emiliano!

Estadísticas:
estadísticas para confundir
o enajenar
“Numeralia” marcó dos mil setecientos veinticinco punto tres
mojados
muertos a rifle
y noventa y seis ahogados
en el Bravo
y unos pocos
en cajas de trailers o vagones de ferrocarril.
El punto tres de los rifleados fue un chico
más duro, ambicioso y listo que los grandes.
Conocía el desierto de este lado o el suyo…
por la “Rumorosa” y el “Valle de la Muerte”… tal vez…
y los trucos para obtener el agua
en la base de una viznaga.
Por unos días
se hizo invisible al infrarrojo
de la mira telescópica en el rifle de repetición.
El detector térmico que jamás falló
en May Lai
ni aún los últimos días de Viet Nam
marcaba a todos lados
como brújula loca
en un campo magnético
hasta que Jerry,
cazador nocturno experto en mojados
dijo que el muchacho
era un campo radiactivo
ambulante.
Creí que era un cuento
los de la Police Patrol tienen historias para aterrorizar
hasta los hijos hijos
de sus más lejanos
tataranietos;
en fin
este Jerry,
sabía lo suyo
había trabajado en una maquiladora en Juárez
de productos químicos
y dirigido el cementerio o uno de los tantos
cementerios
de desechos radiactivos
en la frontera.
Sabía de los nacidos acéfalos
y la incidencia de cáncer en las madres
obreras
y el caso del tipo opaco al infrarrojo
como si fuera una hoja de vidrio
templado,
libre de hierro
que cruzó tranquilamente frente a su detector
una tarde laboral de sábado, en invierno
con medio metro de nieve en las calles.
Al día siguiente lo detectó con su contador
Geiger.
Este chico de ahora, este pequeño saltamontes
opaco
o invisible a detectores
no podría contra la jauría Doberman
Y esto fue cierto hasta que los primeros ladridos
llegaron hasta él.
Los perros aún corrieron un kilómetro o más,
en ese momento eran ellos solos y el chico
por las dunas blandas, ondulantes
en medio de la noche
y nosotros en la carretera esperando;
hasta había luna, recuerdo…
opaca y amarilla, recostada y sensual sobre la arena.
Estos lugares de noche
con sus fríos vientos nocturnos que calan los huesos
y esos ruidos entre la maleza
endurecida
seca,
o de semillas en sus cápsulas
como el raspar de crótalos
se combinan;
se tornan salvajes,
asaltan al hombre y se meten por sus sueños
con una horda de difusos y oscuros fantasmas:
for instance
una emboscada a pleno día
a cinco mil jinetes por las fuerzas de Carter
¿o fueron seis mil, o diez mil?
¿y ahora qué importa cuantos?
¿cuántos de ellos, de estos rojos emplumados por fuera y quizás
que color por dentro?
Estos fantasmas se meten en mis sueños
por las noches
y se retuercen unos con otros:
flautas de caña y tabores de ritmo ronco
apagado;
brincos
descomunales frente a una hoguera
o dos o cientos de hogueras
de largas lenguas rojas
con un blanco atado a la piedra
de los sacrificios
esperando que caiga el cuchillo negrodorado
de obsidiana.
Todo estaba así esa noche del chico de vidrio templado
ya no se oían los perros
empezaba a amanecer en el desierto;
esperé unos segundos y avancé unos kilómetros
a baja velocidad. A poca distancia
y ya cerca de la carretera
vi la cuadrilla de Doberman tirada sobre la arena.
Sus hocicos olían a mostaza y pimienta
y uno traía rastros de peyote entre los dientes;
¡tuve unos momentos de ira terribles! ¡descargué
mi emedieciséis hasta agotarlo! ¡Igual mi láser cuarenta y cinco!
Sin embargo lo deje ir…
al chico invisible…
después de todo se había ganado sus tickets
y no puedo olvidar que soy demorepublicano y aún más…
lo digo modestamente
Pero más tarde al pequeño mexicano
lo reportaron desde San Diego;
allí había cerrado las válvulas de enfriamiento
de la planta de energía nuclear número dos
la más grande
con suficiente poder para tener esa noche
una Hiroshima
o una Nagasaki con los saludos y la tarjeta de visita de Harry
Truman
o una Bagdad
después de “Tormenta en el Desierto”.
Punto tres de mojado nos dio más trabajo
que la estadística junta del noventa y seis
incluyendo periodistas y otros desaparecidos.
Los científicos le salvaron la vida
aunque primero el sicólogo: “no lo maten” “Debemos saber, antes”
después de comprobar tres veces su coeficiente de ciento sesenta,
un coeficiente notable
y envió por los científicos
para rastrear la coraza invisible del muchacho
obstinadamente silencioso
aún a los químicos y el consabido toque eléctrico
en los genitales
y aún más las recias patadas.
Por otra parte,
no había nada extraño en él, salvo que era pellejo y huesos,
tal vez sus ojos tranquilos, inmensamente oscuros
y grandes
que parecían tragarte como aguas enloquecidas
y provocaban mi ira.
Era habitante nocturno en una caseta de latas
sobre un cementerio de desechos radiactivos
un poco lejos de su pueblo
de San Luis
¿A quién diablos se le ocurre vivir en una casa de latas
sobre ese lugar?
“Prohibido Estacionar” Prohibido Acercarse a este Lugar”
¿No es suficiente?
¡Oh, Dios! ¡Ni el diablo los entiende!
Pero ahora este muro es cien por ciento control
y una sierra implacable;
tanto como la de Hitler
y también tanto como una llave al cielo:
sólo entras con tu Biblia verdadera
y mi bendición final. ¡Eymén!
Este muro es el “Muro de los Muros”
hasta visible desde cualquier ciudad de Marte:
una larga serpiente verde de gruesas escamas;
una “American Quetzalcoatl”, Made in USA,
con HIGH PENTAGONASA Technology
reptando en medio del desierto
y tan importante como el Partenón
aquí reunida la sabiduría de milenios
¡multiplicada millones de veces la de Alejandría!
¡O los códices mayas! Aún los que ardieron en la hoguera
de Landa, el Inquisidor.
La Sabiduría…
El Código de Amurabi
Las Tablas de la Ley
Los Diez Mandamientos…
El Corán
Los Rollos del Mar Muerto
Las leyes de Visnú, el preservador
y las muy rígidas de Buda
hasta el práctico e insurgente Lao Tsé
aún más allá de la Dinastía Ming
hasta algún solitario pensador
en alguna caverna perdida entre rocas
mientras disfruta un hígado de Mamut
crudo
y hasta mucho más allá de millones de milenios
¡hasta el planeta incandescente
o sólo líquido
cuando este cascarón que ahora llamamos Universo
se hizo tan pequeño
de este lado
como la última partícula infinitesimal
y su único objetivo era comprimirse
aún más
hasta estallar
y repetirse en millones de formas
en los Tres Reinos conocidos y los otros
todavía secretos
con sus mil dimensiones
hasta llegar a contemplarse
a sí mismo! ¡No Nars, Narcis, Narcisus, Narciso… sólo un poco!
no exactamente como el viejo Nietsche pensaba
La Sabiduría…
se adula
se paga
y bien;
se persigue… se castiga
fuerte… lenta… y dolorosamente
si yerra
si golpea con el error el Muro;
se premia y se hacen llegar las voces a todos los rincones del planeta,
para conocimiento y ejemplo
si ensalza
¿Verdad, querido Henry,
Ki$$inger?
¿Y que esa misma noche,
en Estocolmo,
devoraste la paloma de la paz,
frente a las cenizas falsas de tu chimenea,
envejecida
a brocha?
¡Nadie es perfecto, dear!
¡Y comprendo tu sentido del humor, perverso,
por el Cono Sur, en los setenta… y antes…
aunque no tu política
hacia Palestina,
ni genocidios en la vieja, noble y maravillosa capital persa…
estratégicamente equivocada tu política de muerte;
aunque en medio de todo no juguemos allí
nuestra sangre, el oro negro…!
A veces pienso
que aún no asimilas la lección de Adolfo:
no matar o golpear antes de tiempo;
sí buscar el momento
en la autodefensa frente al escaparate-galería mundial
y entonces un clinch
en que pierdes el primero, segundo y tercer round!
Y luego el cuarto… round… en que el malo se llama Amhed
Sadam, Selim, Al Raschid…
y haces de tripas corazón (en el escaparate todos te miran, juzgan y piensan en tu nariz gorda)
tambaleas, esquivas, aspiras
¡y de pronto, imprevisto, lanzas el golpe mortal!
¡duro, seco! ¡Y el golpe final!
¡Y estruendo de manos, aplausos cerrados,
la victoria, querido Henry!
¡El escaparate y el ruido canibalesco más allá son insaciables!
¡El pulgar arriba, y la sangre en la arena!
¡Ave César!
¡Salve César!
¡Y el circo tiembla bajo millones de pies
rítmicos
alocados
con el nuevo y naciente rock
en música pop o and roll!

“Te necesito en el nivel Pancho Villa”, Henry,
no para admirar mí muro.
Ya estás viejo para eso y estas ceremonias inaugurales
están irremisiblemente obsoletas;
desde que la última presa de uno de esos países del sur
no soportó el golpe
de la botella de champán
y arrastró toda la comitiva, catarata abajo,
incluido el honrado Presidente
que mantenía sus cuentas secretas
en Suiza
en caso de quedar cesante.
¡No debemos juzgar ni condenar a quién piensa primero
en su familia, Henry!
¡Roma no se hizo en un día y no sólo allá y acuyá
se cuecen habas!
¡Digamos mejor que primero las habas
y luego
me encargaré
de esa masa NeoNewtoniana sin fuerza gravitacional!
De otra manera
¿para qué este maldito muro autosustentable, Henry?
¿My dear?

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