NOVELA: PRÓLOGO MIGUEL TAURO
Pese al tema un tanto agotado en las letras chilenas (recuérdese las novelas “Aguas estancadas” de Juan Modesto Castro, “Fiebre lenta” de Hugo Laso Jarpa, “En reposo” de Victoriano Lillo). Pedro F. Riquelme consigue interesar al lector con “Miguel Tauro”, libro en que se relatan las impresiones de un adolescente sumergido en la doble angustia de un sanatorio para tuberculosos y la incertidumbre de un porvenir sombrío.
El estilo, diáfano, de una sencillez acaso demasiado evidente, corre a la par de una sinceridad sin tapujos. La crítica social, la rebeldía juvenil, confieren al libro sello auténtico y verdadero.
Una poesía en sordina, las lluvias del sur, el viento incesante, el fluir de los ríos, atemperan el naturalismo de algunos diálogos y la arrogancia un si es no es declamatoria de algunas reflexiones.
F. Riquelme es mozo joven, casi un niño. Con “Miguel Tauro” desea tantear la solidez de su mensaje. El mismo lo considera un comienzo. Pero se trata en verdad de un comienzo promisorio, la iniciación en la dura y larga carrera literaria de una voluntad tenaz, de una vocación que brota, irresistiblemente, como esa pasional, esa vegetal geográfica del sur desde donde ha venido su corazón noble y tierno.
Concepción, Octubre de 1957
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